Género narrativo cuya evolución en el continente muestra, al mismo tiempo, el influjo de las grandes corrientes literarias europeas y la capacidad para recrearlas, adaptarlas a las nuevas realidades estéticas y sociales, y finalmente superarlas en un esfuerzo de imaginación. Por todas estas circunstancias el cuento hispanoamericano es una de las manifestaciones literarias más notables en este siglo.
Siglo XIX
Aunque las fantasías exóticas elaboradas, a comienzos del siglo XIX a partir de modelos europeos, por el cubano Heredia pueden invocarse como un antecedente, se considera que la primera expresión cuentística que refleja la realidad hispanoamericana de un modo original es El matadero, escrito por el romántico argentino Esteban Echeverría hacia 1839, y considerado una obra maestra del periodo. La obra permaneció inédita hasta 1871, cuando el crítico Juan María Gutiérrez la publicó en una revista de Buenos Aires; es decir, en una situación literaria y social completamente distinta, lo que permitía apreciar mejor sus valores permanentes. El relato es una síntesis notable de todas las formas narrativas de su tiempo y adelanta algunas de épocas posteriores: el artículo de costumbres, la leyenda romántica, la narración ejemplarizante, el realismo social, el naturalismo, y muchos más detalles. Nadie en ese periodo estuvo a su altura, pese a las esporádicas contribuciones del cubano Juan José Morillas, la argentina Juana Manuel Gorriti y el ecuatoriano Juan Montalvo. En el último tercio del siglo, los relatos con elementos fantásticos del mexicano José María Roa Bárcena y las irónicas tradiciones de Ricardo Palma agregan interesantes variaciones en el crepúsculo del romanticismo. Pero la expresión más original y moderna del cuento finisecular es la que brinda Eduardo Wilde, un autor que pertenece a la llamada generación de 1880 en Argentina, pero literariamente inclasificable por el carácter insólito de su imaginación.
Por el mismo periodo en que ese escritor empezaba a escribir, dos tendencias surgen con gran fuerza en el cuento: el realismo y el naturalismo, ambos de origen francés. El rasgo testimonial y crítico del primero y el determinismo cientifista y el pesimismo ideológico del segundo pueden encontrarse fusionados —a veces con rastros modernistas— en algunos de los grandes cuentistas alineados en estas tendencias: los uruguayos Eduardo Acevedo Díaz y Javier de Viana; los chilenos Federico Gana, Baldomero Lillo y Augusto D'Halmar; y los argentinos Roberto J. Payró y Fray Mocho.
Cuentistas dominicanos
Juan Bosch, nació en el 1909, inicio su carrera literaria con una pequeño obra maestra: “La mañosa”, una novela breve en que aparece escrita la vida de una familia dominicana durante la época que precedió a la ocupación del territorio nacional por los Estados Unidos en 1965. el personaje central de la narración es una mula, símbolo de la vicisitudes históricas de la Republica cuya instituciones se formaron penosamente entre las alternativas y contraste de las guerras civiles.
Pero donde sus actitudes de escritor se han manifestado con mas fuerza es en el cuento, genero cuyas dificultades ha señalado el mismo en los siguientes términos: “Es más difícil lograr un buen libro de cuentos que una buena novela. La dificultad fundamental entre un genero y otro está en la dirección: la novela es extensa; el cuento es intenso”. En el volumen “Cuentos escritos en el exilio”, figuran algunos relatos que basarían por si solos para consagrar a Bosch como a uno de los maestros del género en la literatura de la lengua española: tales como el titulado “La noche buena de Encarnación Mendoza” y el que lleva por epígrafe “El funeral”.
Las últimas obras de Bosch ponen de relieve una faceta nueva en su vigorosa personalidad literaria: la del investigador histórico y la del biógrafo de grandes figuras de la historia sagrada; sus libros “David, biografía de un rey” y “Judas Iscariote, el calumniado”.
También ha escrito ensayos biográficos titulados “Hostos, el sembrador”.
Hilma Contreras, cuentista nació en San Francisco de Macorís. Obras: Doña endrina de Calatayud; Cuatro Cuentos; El ojo de Dios.
Rafael Alfredo Deligne, poeta, crítico, dramaturgo, cuentista. Nació en Santo Domingo el 25 de julio del 1873 y murió en San Pedro de Macorís el 29 de abril de 1902, víctima de lepra.
Entre sus obras están “La justicia y el azar” (drama, 1894); “Milagros” (1896); “Vidas tristes” (drama, 1901); en prosa y en verso (selección de artículo, critica y poesía, 1902).
René del Risco Bermúdez, poeta, cuentista, publicista. Ganador del primer premio del concurso de cuentos de la Mascara en el 1967 y de dos segundos premios en 1968 y 1969, es uno de los fundadores de la agrupación El Puño. Nació en San Pedro de Macorís en 1937, entre sus cuentos están “El viento frío” (1967); “Del júbilo a la sangre” (1967).
Virgilio Díaz Grullón, cuentista, abogado, nació en Santiago de los Caballeros, en 1924. En 1958 obtuvo el Premio Nacional de Literatura, y el Instituto de Cultura Hispánica le otorgo una mención honorífica por su famoso cuento “Edipo”. Obras: Un día cualquiera (1958); Crónica del alta cerro (1966).
Fabio Fiallo, poeta, periodista, cuentista, diplomático, educador. Nació en Santo Domingo el 3 de febrero del 1866 y murió en La Habana el 28 de agosto de 1942. Obras: Primavera sentimental (1902); Cantaba el ruiseñor (1910); Canciones de la tarde (1920); El bacón de psiquis (1935); sus mejores versos (1968), Cuentos frágiles (1908); La cita (1924); Las manzanas del Mefisto (1934); Poemas de la niña que está en el cielo (1935).
Ramón Francisco, poeta, crítico literario, cuentista, educador. Nació en Puerto Plata en 1929. Entre sus obras están: Las superficies sórdidas (1960); Literatura dominicana 60 (1969).
Iván García, dramaturgo, cuentista, actor de teatro, publicista. Gano el premio al mejor director en 1966 y el primer premio en el concurso de cuentos la Mascara en 1968. Nació en San Pedro de Macorís el 26 de febrero del 1938. Obras: Más allá de la búsqueda (1967).
Ramón Marrero Aristy, historiador, novelista, cuentista. Nació en 1912 y fue asesinado por esbirros de la tiranía trujillista. Obras: Balsié (1938); Over (1939); La Republica Dominicana (1957); Perfiles agrestes (1933).
Cesar Nicolás Pensón, Obras: Las vírgenes de Galindo y Cosas añejas
Marcio Veloz Magguiolo, novelista, cuentista, dramaturgo, periodista, diplomático, educador, arqueólogo. Ganador de varios premios: poesía y literatura (RD, 1962); su novela El buen ladrón, fue premiada por la William Faulkner Fundation. Nación en Santo Domingo en 1936.
Armando Almanzar, cuentista, crítico de cine. Uno de los tres ganadores del premio del concurso del cuento de la Mascara en el 1966. Nació en Santo Domingo en 1935. Entre sus obras figura la famosa: Limites en el 1967.
Miguel Alfonseca, poeta, cuentista, actor de teatro, educador, publicista. Uno de los ganadores del primer premio del concurso de cuentos de la agrupación cultural la Mascara en el 1966; también ganador de segundo premio en 1967 y 1969, y del tercer premio en 1971. Nació en Santo Domingo en 1942. Obras: Arribo de la luz (1965); La guerra y Los cantos (1967).
Ulises Heureaux hijo (1876-1938), escribió cuentos de ambiente dominicano y dos novelas: “En la copa del árbol” y “Amor que emigra”, cuya acción se desarrolla en Paris, pero donde más sobresalió Ulises Heureux hijo, fue en el campo del teatro moderno. Dramas: “Lo inmutable”, “Consuelo”, “El artículo 291”, “Genoveva” y “Alfonso XII”, pueden incluirse, por el arte con que el autor acertó a manejar las situaciones escénicas, entre las mejores obras con que cuenta el teatro dominicano.
Manuel Florentino Cestero (1869-1926), dio a la estampa un libro de narraciones breves, “Cuentos a lila” y una novela, “El canto del cisne”. Cuya acción se desarrolla, en parte, en los Estados Unidos, ambiente con el cual se hallaba familiarizado el autor, y en parte, en tierra dominicana.
El Modernismo Y Las Vanguardias
La fase modernista y posmodernista, que comienza en las últimas dos décadas del XIX, significan un profundo cambio en estos modelos cuentísticos: surge el relato artístico, refinado, sugerente, con anécdota mínima y brillantes ambientaciones, con símbolos sensuales y decadentes. Las variedades del cuento modernista (véase Modernismo) son múltiples: la crónica-cuento de Manuel Gutiérrez Nájera, las brillantes parábolas y aguafuertes de Rubén Darío, las historias decadentistas de Manuel Díaz Rodríguez, y otros. Pero, sin duda, los dos grandes maestros asociados al postmodernismo son el argentino Leopoldo Lugones y el uruguayo Horacio Quiroga. Posteriores a ellos y vinculados en mayor o menor grado a las tendencias de vanguardia, aparecerán los argentinos Macedonio Fernández y Roberto Arlt, el guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, el uruguayo Felisberto Hernández y el ecuatoriano Pablo Palacio. En la vertiente opuesta, neorrealista, criollista o indigenista, pueden mencionarse el peruano José María Arguedas, el uruguayo Enrique Amorim, el chileno Manuel Rojas y el puertorriqueño José Luis González.
Desde Jorge Luis Borges
A partir de la década de 1940 hay una notable renovación del género que escapa a las clasificaciones convencionales pues son una verdadera síntesis de formas estéticas muy diversas, que ya no tiene correspondencias europeas. La indiscutible gran figura es Jorge Luis Borges, creador de un mundo propio de fantásticas especulaciones basadas en fuentes metafísicas y teológicas. La madurez artística que el cuento hispanoamericano ha alcanzado a partir de 1950 queda ejemplificada en la obra de autores tan trascendentes como los argentinos Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar, los cubanos Alejo Carpentier y Virgilio Piñera, los guatemaltecos Miguel Ángel Asturias y Augusto Monterroso, el uruguayo Juan Carlos Onetti, los colombianos Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, el peruano Julio Ramón Ribeyro, los mexicanos Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, el uruguayo Mario Benedetti, los chilenos José Donoso y Jorge Edwards y la puertorriqueña Rosario Ferré.